Si tomamos la definición exacta de la palabra de moda, «fraude», nos encontramos con tres posibilidades que indican podría haberse producido eso que tanto denuncian desde los sectores opositores.
Fraude, (Del lat. fraus, fraudis), es la «acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete»; pero también es el «acto tendente a eludir una disposición legal en perjuicio del Estado o de terceros»; y finalmente, es un «delito que comete el encargado de vigilar la ejecución de contratos públicos, o de algunos privados, confabulándose con la representación de los intereses opuestos». (RAE)
La imagen de la quema de urnas es una «acción contraria a la verdad», es una «acción ilegal en perjuicio del Estado» y es un «delito que comente el encargado» de vigilarlas. Por eso llama la atención que el presidente de la Junta Electoral tucumana, Antonio Gandur, diga que «no hemos visualizado ningún fraude hasta el momento» y que al mismo tiempo señale que las más de 40 urnas quemadas «todas son anuladas». ¿En qué quedamos?
¿Dónde quedó aquella frase que decía que «una imagen vale más que mil palabras? Obsoleta, por supuesto, como casi todo lo que rodea a los tiempos que vivimos al que casi no le caben las estructuras del pasado. Debe ser por eso también que a veces las cámaras de seguridad solo sirven para documentar el robo en plena calle y no para juzgar al delincuente. Lo mismo sucede en éste caso, parece. Las urnas, los protagonistas, el fuego, nada de eso alcanza para por lo menos decir que hubo una comprobada anomalía.
El baño de humildad que pidió Cristina Fernández a sus pre candidatos antes de las PASO debería poder repetirse en circunstancias en donde lo que está en juego es la salud del sistema democrático del país. Lo ocurrido en Tucumán no puede ni debe volver a pasar por el bien de la sociedad y por el bien de los propios protagonistas de la política. ¿Qué mejor que sentirse ganadores sin hechos que manchen un comicio? Porque se trata de mucho más que ganar una elección… se trata del voto popular, de transparencia, de democracia, de poder elegir libremente y que se respete la decisión, de que el pueblo se exprese. Entonces, quemar urnas echa por tierra todo eso que se le dice a la gente antes de votar y el preámbulo de la Constitución «nos, los representantes del pueblo…» cae en saco roto.
Lo mismo cabe para los representantes de la oposición que quieren sacar tajada de una situación bochornosa. Está bien denunciarlo, pero de ahí a hacer un «actin» mediático, mostrarse como carmelitas descalzas, sacarse la foto y hacer jueguito para la tribuna es tan despreciable como lo que denuncian.
No se puede cambiar el caballo en el medio del río. Las reglas del juego están pactadas de antemano y se tiene que garantizar una elección a nivel nacional ordenada, transparente y confiable. El tiempo de la boleta única electrónica vendrá indefectiblemente, pero ahora éste es el sistema de elección directa que tenemos.
Además parece una pérdida de tiempo que los candidatos se la pasen criticando éste hecho y presionando para imponer sus reglas, en vez de decir qué es lo que piensan hacer si es que consiguen asumir el 10 de diciembre como presidentes. Y porqué tuvieron que haber esperado a que sucediera lo de Tucumán para salir con todos los cañones. Hubo cuatro años previos a esta elección y no se instrumentaron los medios necesarios para cambiar la historia. Pero ahora, con un posible triunfo en primera vuelta de Daniel Scioli dan manotazos de ahogado en el medio del mar.
Es una pena que a menos de dos meses de las Generales tengamos que estar tocando estos temas. Pero la política de hoy es esto: sucia, chicanera, mal intencionada, intolerante, irrespetuosa. Y los términos le caben tanto a la oposición como al oficialismo que nuca ve pelusa en su propio ombligo.
Así es el sistema, como siempre «ellos» ganan con el sacrificio de los «otros» y, como siempre el ajeno a toda esta porquería es el que pierde. Y no solo la persona de a pie que va a votar con el entusiasmo de cumplir su deber cívico, la que más pierde en esto es la Democracia que supimos conseguir, esa de la que tanto se llenan la boca los predicadores de la Justicia Social y los Derechos Humanos.
Al pueblo argentino, salud por favor.